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Los Chinchorro fueron grupos de pescadores y cazadores recolectores de los que hay registro desde el año 7.000 A.C, que se movían entre el sur de Perú y principalmente la costa del norte de Chile, entre los puertos de Ilo y Antofagasta.

3.000 años antes de que los egipcios momificaron a sus grandes faraones, en el desierto de Atacama, al norte de Chile, la civilización Chinchorro ya llevaba a cabo este ritual, del que se conservan las momias más antiguas del mundo, que desde este martes son patrimonio de la humanidad.

Tras más de 20 años de lucha, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) reconoció este tesoro cultural, que se convierte en una de las piezas clave de la arqueología latinoamericana.

«Esta es una gran noticia para Chile, un reconocimiento al esfuerzo sostenido (…) y un aliciente para continuar trabajando para la proyección del patrimonio cultural milenario y magnífico», dijo la ministra de Culturas, Consuelo Valdés.

Son centenares de momias que datan de hace más de 6.000 años las que se conservan hasta hoy en diferentes estados: algunas rescatadas y trasladadas a museos, otras expuestas en el lugar donde fueron encontradas, y decenas que siguen sepultados bajo tierra pese a las advertencias de los arqueólogos.

Las primeras fueron momias naturales, que se generaban por las condiciones extremas del desierto de Atacama, el más árido del mundo, y más adelante la cultura Chinchorro comenzó a intervenir los cuerpos hasta convertirse en hábiles taxidermistas.

Respecto de la certificación, el Presidente Sebastián Piñera también se pronunció a través de su cuenta de Twitter. «Se reconoce así el valor excepcional del más antiguo proceso de momificación universal de cuerpos en el mundo de hace siete mil años», sostuvo el mandatario.

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