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Cuando pensamos en verano o vacaciones, la mente nos lleva casi automáticamente a las playas y destinos costeros. Aunque Chile no se destaque por la calidez de sus aguas en comparación con otros destinos, el turismo interno sigue prefiriendo las costas, especialmente en las zonas norte y centro del país.

Sin embargo, según datos preliminares de un estudio del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN), algunas playas en Chile están experimentando un retroceso preocupante. Este fenómeno se traduce en la reducción de la franja de arena, un problema que amenaza por un lado la experiencia turística de los visitantes, así como la integridad de los ecosistemas costeros y la calidad de vida de quienes residen en zonas litorales.

Las causas de este retroceso son diversas. Por un lado, las marejadas, que cada vez son más frecuentes e intensas. Por otro, la destrucción de ecosistemas vitales, como humedales y dunas, contribuyen al problema. Sorprendentemente, las políticas públicas no parecen considerar la importancia de conservar y proteger estas áreas litorales, a pesar de la importancia de estos espacios.

El estudio revela que la reducción de playas afecta a balnearios turísticos que son altamente visitados, como Reñaca, Pichilemu, Hornitos y Algarrobo, entre otros. Esto plantea un problema no solo desde el punto de vista ecosistémico, sino que también social y económico, ya que afecta directamente al turismo, dado que las playas son el principal atractivo de estos destinos y de nuestro país.

La experiencia internacional ofrece perspectivas diversas para enfrentar este retroceso, que van desde realizar dragados, un proceso que busca «recuperar» la playa extrayendo arena desde el fondo del océano y depositarla en la playa afectada, hasta la recuperación y regeneración de ecosistemas vitales, como humedales, dunas y ecosistemas submareales, que ayudan a la depositación de sedimentos en la playa.

La línea que se debiese seguir debería ser la última mencionada, ya que la degradación que se mantiene continua en nuestras costas durante los últimos años amenaza con despojar a los destinos costeros de su atractivo turístico: las playas. De continuar este declive no solo terminaría afectando a los visitantes, sino que también golpearía duramente a las comunidades locales que dependen económicamente del turismo.

Es necesario que se genere una política pública clara y que ayude a la gestión de nuestras costas. Esta política debe ir de la mano de un desarrollo turístico sustentable que ponga en valor los atractivos naturales de las costas, que promueva su conservación y contribuya a la concientización ciudadana sobre la importancia de nuestro litoral, dejando atrás el clásico modelo turístico de sol y playa.

En conclusión, el retroceso de las playas en Chile no es solo un problema estético, sino una amenaza seria para el turismo y el bienestar humano. En donde solo tenemos dos alternativas: no hacer nada y ver cómo nuestras playas desaparecen, al tiempo que nuestros destinos costeros pierden su principal atractivo, o tomar medidas integradoras y con una visión ecosistémica que permita garantizar que las generaciones actuales y futuras puedan disfrutar de nuestras playas, con comunidades locales que sigan viendo en el turismo una fuente de ingresos y bienestar.

 

Francisco Barriga Quiñones

Académico Administración en Ecoturismo, Universidad Andrés Bello, Sede Viña del Mar.

Especialista en Gestión Integrada de Áreas Litorales

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