Cuando proteger se convierte en peligro: El zorrillo que aplastó la verdad en el Monumental

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Una vez más, Carabineros de Chile queda en el centro de la polémica, esta vez por una tragedia que enluta al país y expone, con brutal crudeza, los efectos de una fuerza policial que actúa sin control ni consecuencia. Dos jóvenes —una adolescente de 16 años y un niño de 13— murieron el pasado jueves en el Estadio Monumental en medio del caos, pero un nuevo testimonio cambia radicalmente lo que hasta ahora se había difundido.

Un guardia de seguridad, testigo directo de los hechos, ha roto el silencio y apunta con firmeza: “A los niños jamás les cayó una reja. Les pasó un zorrillo por encima”. Según su relato, lo que ocurrió no fue un accidente, ni una avalancha sin responsables. Fue una tragedia provocada por la acción temeraria de Carabineros, que avanzaron sobre la multitud con un carro lanza gases, atropellando a quienes intentaban escapar del tumulto.

“Vi cómo los niños cayeron. El zorrillo no frenó y pasó por encima de ellos. Fue en menos de un segundo”, relató el trabajador.

La versión oficial sostenía que la causa de muerte fue una reja derribada por una estampida, pero el guardia desmiente tajantemente: “La reja estaba firme. La botó el mismo zorrillo que los atropelló”. A eso se suma un segundo elemento gravísimo: los jóvenes no formaban parte de quienes intentaban entrar sin entrada. Tenían sus boletos. Fueron víctimas del miedo y del descontrol institucional.

Este testimonio no solo revela un acto de violencia desproporcionada, sino que suma un nuevo capítulo a una larga lista de abusos y negligencias por parte de Carabineros:

  • El caso de Camilo Catrillanca, asesinado por la espalda por personal del GOPE, y cuyo crimen intentaron encubrir.

  • La mutilación ocular de más de 400 personas durante el estallido social de 2019, lo que generó condenas internacionales.

  • La muerte de Francisco Martínez, malabarista baleado en Panguipulli en 2021, otro episodio en que el gatillo fue más rápido que el criterio.

  • El reciente uso excesivo de la fuerza en operativos antidrogas en zonas pobladas, con denuncias de golpizas a menores.

La pregunta que duele e incomoda: ¿Cuántos muertos más necesita este país para replantearse el rol de su policía?

El guardia lo resume así: “Justificar la muerte de una joven y un niño porque hubo una avalancha, no es justo”.

No lo es. Porque cuando se mata en nombre del orden, se destruye el alma misma de la justicia. Y cuando la versión oficial se derrumba por los testimonios de quienes realmente estuvieron ahí, lo que queda no es solo el dolor. Lo que queda es una verdad incómoda que exige justicia real y profunda transformación.

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