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La recuperación y la reconstrucción que han implicado las dos últimas emergencias sociales asociadas a los efectos del cambio climático, han puesto a prueba tanto a los sistemas públicos como privados y civiles, demostrando que los problemas globales requieren soluciones integrales y colaborativas. En ese escenario, la solidaridad es fundamental a nivel individual y comunitario.

La verdadera solidaridad no es solamente caritativa; exige definir prioridades nacionales y una distribución justa de las cargas y costos de la reconstrucción. Volver a “armarse” requiere resiliencia, y esta necesita, a su vez, solidaridad. Ante las tragedias, la solidaridad debe operar como un estándar de valor público y orientando las políticas de reconstrucción.

Todos somos parte de un entorno que hoy necesita de cada uno para recuperarse y fortalecerse, siendo la solidaridad la base sobre la que debemos reconstruir. Si queremos tener un futuro, un mercado, una comunidad donde desarrollarnos y convivir en armonía, debemos poner a disposición de la comunidad, la sociedad y el entorno nuestra experiencia y solidaridad.

La participación ciudadana, la rendición de cuentas, el aprendizaje derivado de los errores, la aceptación de las diferencias, el respeto y la transparencia, son solo el inicio de la lista de conductas que debemos rescatar en la fase de recuperación social y económica que la naturaleza y el cambio climático nos presentan como grandes retos del siglo XXI.

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